Día mundial de la salud, en mitad de la pandemia. Por el Comité Editorial de SEMDOR.
Con motivo del Día Mundial de la Salud no podemos sino volver la vista atrás, como diría el poeta “y ver la senda que nunca se ha de volver a pisar”. Estos últimos doce meses han constituido en verdad el año que vivimos peligrosamente, un periodo de estragos, de dolor, de sufrimiento…y tal vez de oportunidades.
Pero también un verdadero desafío profesional para el personal sanitario, que ha tenido que hacer virtud de la necesidad, improvisando recursos, tratamientos, abordajes multidisciplinares frente a un enemigo inédito para nuestra era digital, anticipado y esbozado solo en los best sellers de la ciencia ficción.
Desde hace más de 365 días estamos reescribiendo nuestra historia moderna, enjugando las lágrimas, conteniendo la ansiedad, luchando por salir adelante en todos los terrenos, porque todos los frentes han estado abiertos en canal y desangrando a la sociedad mundial sin control aún en muchas latitudes del planeta.
Pero la ciencia ha acudido con urgencia a intentar rescatar a la humanidad con el hallazgo acelerado de algunas vacunas salvadoras o al menos capaz de contener el tsunami de una pandemia de la que ya hemos perdido la cuenta de olas…y adioses. Otra cosa muy diferente son los conflictos de intereses económicos, pero no hozaremos en ese barrizal.
La experiencia nos ha enseñado que eran necesarios cerca de siete años para el estudio, análisis, conjeturas, pruebas, contrastes y aprobación final de vacunas precedentes. Pero en esos casos la población diana estaba más concretada en naturaleza, número y extensión, pudiendo acotar el fenómeno e incluso aislarlo. Ahora ¿cómo hacer una burbuja de todo un planeta?
La era digital, el teletrabajo, la teleasistencia, las redes sociales, la economía basada en energías renovables y en fin la conciencia global, forman ya parte de este futuro que ha implosionado en pleno presente, mientras, desconcertados, hacíamos nuestros duelos.
Desde las instituciones mundiales a las nacionales, regionales y locales, nos han ido llegando protocolos de seguridad que ya tenemos interiorizados, aunque no todos los respeten con la misma severidad. Hay mucha laxitud por cansancio y agotamiento, por un deseo expreso de volver a la normalidad, pero hay que entender que, para llegar al final del camino y para salir del laberinto hay que recorrer largo trecho y no siempre acortan los atajos, muchos de los cuales llevan a vía muerta.
Actitudes negacionistas solo caben cuando la irracionalidad campa a sus anchas, cuando reina el desconcierto y el caos gana adeptos entre los necios. Cuando la mente racional y lógica se ve sustituida por el impulso visceral se disipa el anhelo colectivo. Solo desde el rigor, desde el estricto cumplimiento y desde el respeto a las pautas generales se pueden alcanzar los logros necesarios para inclinar la curva de una vez por todas.
Pero hace falta eficiencia en la gestión pública y paciencia entre la colectividad, porque correr mucho es bueno, como entrenamiento, para los atletas, pero correr sin rumbo ni propósito puede precipitar casi todo, a modo de estampida, para el resto del mundo. Prueba de ello es que tanto hemos corrido y recorrido en este último año que nos hemos dejado atrás al resto de sufridores que no han dejado de padecer sus afecciones.
Esta pandemia nos ha jugado una mala pasada, pero sobre todo ha sido un trampantojo para despistarnos involuntariamente de tantas otras dolencias que lenta y paulatinamente precisaran recuperar el paso en su abordaje terapéutico, también nuestra salud emocional. Así nos lo demandan los pacientes. Ellos son razón de nuestra existencia ¡Salud para todos!
7 de abril de 2021