La motivación médica en el tratamiento del dolor. Por Mario Gestoso.

Los seres humanos necesitamos ser activos, trabajar para realizarnos durante nuestras vidas. Por eso, desarrollamos gran variedad de profesiones (fontaneros, carpinteros, ganaderos, abogados, bomberos, maestros, médicos, policías, pilotos etc.) que permiten el funcionamiento de nuestra sociedad moderna.

Teniendo en cuenta que debemos trabajar, que necesitamos el trabajo, lo ideal sería que hiciéramos lo que más nos gustara, aquello que nos generara satisfacción y autoestima. Pero ¿qué nos anima a los médicos a realizar esta profesión con interés y diligencia?

Mi respuesta a esta pregunta conlleva implicaciones personales, contextualizadas por la temporalidad. No es sólo importante qué nos hace querer ser médicos, sino qué nos motiva para continuar desarrollando, con ilusión, nuestra profesión.

Probablemente, como muchos médicos, recuerdo que en la adolescencia sentí lo que llamamos “vocación”: una inclinación o llamada interior para querer ser médico. También, están los múltiples factores ambientales que pueden modular la actitud para elegir la medicina; hay muchos médicos cuyos antecesores ya lo eran, lo que les produjo una predisposición para continuar la saga.

En mi caso personal, como tantos otros, la ausencia de parentesco sanitario hizo que la principal motivación para iniciar la carrera de médico fuera una educación familiar y escolar, con unos valores humanísticos; pensar, sentir que la medicina era la actividad más bella a la que podía dedicar mi vida, inspiró mi decisión.

Otras personas se han hecho médicos para conocer y comprender mejor qué es nuestro cuerpo y cómo funciona. En este perfil, probablemente, subyace el espíritu más auténtico de los investigadores médicos que buscan respuestas.

Lamentablemente, en ocasiones, los médicos (como en otras profesiones) podemos perder la motivación, “quemarnos”, y llegar a abandonar la profesión, o aún peor, continuar haciéndola sin ilusión, sin interés y, probablemente, con poca diligencia.

La motivación de los médicos, debemos cuidarla y mantenerla día a día. En ella incidirán actitudes personales como fomentar el buen ambiente; tomar decisiones; buscar la interacción positiva con los demás; formación continuada; reconocer a los demás; ser agradecido; y aspectos relacionados con la institución donde trabajemos, generando unos estímulos que permitan la realización personal de cada profesional.

Todo lo dicho con anterioridad, no debe hacer olvidar que el protagonista fundamental en la medicina no es el médico, sino el paciente: la psicopatología de la “bata blanca” puede llevar a sentirnos “dioses” y pensar que el paciente es un medio, en vez de un fin para curar su enfermedad, su dolor.

Por ello, como dice el Dr. Ricardo Carretero, psiquiatra y psicoterapeuta, “en muchas ocasiones es necesaria la relación directa entre médicos y pacientes sobre el dolor, la empatía, como medio de reconocerse en el lenguaje y como individuos capaces de sentir dolor, de comunicarlo, de comunicarse desde y sobre ello”.

“Gracias a la empatía -continúa Carretero- que etimológicamente es la capacidad de permanecer en el interior del sufrimiento, de lo que sufre, se produce por añadidura un efecto secundario, aún más inesperado, sorprendente y benéfico”.

“El lenguaje empático -concluye nuestro especialista- atrapa el dolor en su sede original y no permite que acontezcan aquellos desplazamientos del dolor físico al psíquico, y del dolor psíquico al físico, tan conocidos en los manuales de psicosomática y en la entera práctica médica”.

Mario Gestoso.

Unidad Multidisciplinar Dolor Espalda. H.U. Moncloa

18 de enero de 2021.