Sabiduría popular sobre el dolor. Por María Antonia Sola Rodríguez.
La avidez legítima de dominar las últimas tecnologías, conocer los más avanzados procedimientos, probar los nuevos fármacos, etc., con frecuencia nos distrae, extravía y hace olvidar al ser humano doliente que tenemos delante. En un instante la vida puede sorprendernos, convirtiéndonos en doloridos pacientes.
Mi apego por nuestro añejo, a la vez que contemporáneo, refranero español me empuja a escribir estas líneas. Éste es implacable, pero también generoso. De entre los autores que han investigado los refranes relacionados con el dolor destaca el Dr. Antonio Castillo Ojugas, fallecido el 28 de diciembre de 2019.
Profesor emérito de la Universidad Complutense; Académico correspondiente de la Real Academia Nacional de Medicina de Madrid, del Principado de Asturias y de Sevilla; Presidente de Honor de la Sociedad Española de Reumatología y Presidente de Honor de la Asociación Española de Médicos Escritores y Artistas.
Entre sus obras literarias destacan “Visita médica al Museo del Prado”, “Refranes médicos”, “Enfermedades reumáticas y del aparato locomotor de grandes artistas” y “El dolor a través de la historia y el arte”. Por desgracia no tuve el placer de conocerle.
«Malo es el dolor cuando nadie lo quiere». Con esta sentencia comenzaba el profesor Castillo su artículo El dolor en el refranero español (Paremia, 6: 1997. Madrid), donde distingue varios tipos de dolor.
El agudo de origen exógeno lo ilustra de esta manera: «Dolor de codo y dolor de marido tan pronto es llegado como es salido»; y «Donde el enfermo dice ¡ay! Hay».
El dolor agudo de origen interno lo expresó por medio del refrán: «Cuando hay dolor de tripas todo el cuerpo lo siente».
Para el dolor crónico y la depresión y aislamiento que provoca citaba estos dos: «Mal vecino es el dolor continuo» y «El mal crece al callar»
No obstante, su remedio es la comunicación: «Dolor contado, al punto aliviado (o medio curado)».
El dolor psicógeno o dolor en ausencia de enfermedad conocida, así como la impronta psicológica que deja cualquier tipo de enfermedad o dolor lo manifestó como sigue: «No es lo malo que el niño enfermó sino el mimito que le quedó»
El profesor Castillo también hace referencia al dolor moral, íntimo o introceptivo. A veces va desapareciendo con el transcurso de la vida: «Dolores hay que el tiempo los sana»
Otras veces el dolor moral se alivia recurriendo al raciocinio, la distracción, la oración, el trabajo: «Dolor del necio cúralo el tiempo; dolor del sabio, cúralo el seso»
Hay pacientes que se encierran en sí mismos y no quieren curarse. Un refrán sefardí lo recuerda: «Quien sus llagas encubrió, de ellas murió»
El artículo del profesor Castillo da mucho más de sí. Pero sirva esta modesta tribuna para honrarle, así como para hacer un guiño al sentido multidisciplinar de nuestra sociedad.
María Antonia Sola Rodríguez
Secretaria de la Sociedad de Acupuntura Médica de España
25 de enero de 2021.